Según algunos autores, se llamó Darek el primitivo poblado
de origen celtibérico. Los romanos la llamaron Agiria, construyendo un fortísimo
castillo para defender la vía Laminium, que pasaba por el centro del poblado, comunicando
Zaragoza con Valencia.
Los árabes le dieron el nombre de Calat-Darawca (862),
poseyéndola durante 400 años, hasta que Alfonso I el Batallador la conquistó en 1120 y
en 1141 le otorgó un primitivo fuero, hoy desconocido.
En el siglo XII Don Ramón Berenguer IV le concedió Fueros y Privilegios que
la convirtieron en Capital de la famosa Comunidad de Daroca, de gran influencia social y
militar durante toda la Edad Media. Tenía voto en cortes y en ella se celebraron
reuniones en muchas ocasiones: 1196 (Pedro II), 1222-1243 (Jaime I), 1311 (Jaime II), 1338
(Pedro IV), en las que se arregló la paz con Castilla.
Ante sus murallas fracasó Pedro IV de Castilla en 1357 en su intento de
invadir Aragón, mereciendo por su heroísmo el título de Puerta Férrea de Aragón.
En la guerra contra Pedro I de Castilla, Daroca resistió el asedio del
castellano, lo que le valió la concesión de la categoría de Ciudad el 26-IV-1366.
La vida de la ciudad se hallaba regida por el concejo,
cuyos principales miembros eran el justicia, juez, jurados, almutazaf, escribas,
mayordomos y otros oficiales de menor importancia. La permanencia en los oficios
municipales era anual y eran elegidos por el concejo; al justicia lo elegía el rey de una
terna presentada por el concejo, y el juez y los jurados lo eran directamente, todos ellos
el día uno de enero.
En el plano económico, la agricultura y la ganadería fueron la principal
ocupación de sus habitantes. Coexistían tres grupos sociales: cristianos, judíos y
musulmanes, que disfrutaban del mismo fuero y privilegios, aunque con organización social
y tributaria separada.
Con frecuencia pasaban y hacían escala en puntos de la comarca los reyes,
entre ellos los Reyes Católicos, Carlos I, Felipe II y Felipe III, en su camino de Madrid
a Zaragoza y Cataluña al ser éste el Camino real que enlazaba Castilla con Cataluña.
Felipe V también estuvo en Daroca y asimismo su rival en las pretensiones al trono de
España al morir sin sucesión Carlos II el Hechizado.
Tras la muerte de Carlos II, Daroca abrazó en 1706 la causa del
pretendiente austríaco, el archiduque Carlos III, en contra de los intereses de Francia
encarnados por el duque de Anjou, Felipe V, por lo que fue ocupada y saqueada, quedando
desde entonces sometida al futuro rey. Así acabaron casi seis siglos de autonomía
municipal: desapareció el oficio de justicia, que fue sustituido por un corregidor real;
se reformó la composición del concejo, desapareciendo los jurados y creando ocho
regidores, un secretario y dos diputados del común.
Durante la Guerra de la Independencia las tropas de Napoleón entraban en
Daroca en Junio de 1808 destruyendo buena parte del convento de las dominicas, volviendo
periódicamente para tener controlada la ciudad y sofocar la resistencia que se produjo
durante 1809, obligando a los franceses a dejar una guarnición permanente. Daroca fue
liberada en agosto de 1913. Al año siguiente y de regreso de Francia, donde estuvo
prisionero, el rey Fernando VI permaneció en Daroca, donde le fue comunicado el contenido
de la Constitución de Cádiz.
En las guerras carlistas, a lo largo del siglo XIX, fue
una plaza codiciada por estos, que ocuparon la ciudad en 1834, 1837 y 1872, de todas
formas estas ocupaciones fueron esporádicas ya que Daroca permaneció fiel a la
monarquía encarnada por Isabel II. Esta ocupación fue debida en gran parte a su
situación geográfica bastante cercana al reducto carlista del maestrazgo.
Desde mediados del siglo XIX mejoró la situación económica de con unos
buenos resultados agrícolas que hicieron de motor para el comercio y la instalación de
pequeñas industrias. A comienzos del siglo XX, la inauguración del ferrocarril
Teruel-Calatayud supuso una gran mejora para el desarrollo del comercio darocense. En
estos años se construyeron muros de contención en los barrancos y se inició una
repoblación forestal para intentar evitar los grandes destrozos provocados por las
periódicas riadas de las ramblas que desaguan al Jiloca. A partir de estos años la
ciudad empezó a decaer, aunque conservó su puesto gracias a la industrialización y a la
mecanización del campo, pero no supo adaptarse a los nuevos tiempos y sus ferias, reflejo
de la realidad económica, desaparecieron.
En la actualidad se intenta reactivar el comercio, potenciar el turismo, pero
la agricultura está sufriendo un duro revés, ya que en la zona no existe gente joven que
se dedique a los cultivos tradicionales (viñedo, hortícolas, etc.), y la vega (aunque
escasa, pero fértil) se encuentra llena de plantas forestales. |